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Tomando vino

Me miró, me dio belleza,
y yo la creí mía.
Feliz, me tragué la estrella.

Permití ser pensada
a imagen del reflejo
producido en sus ojos. Bailo, bailo
al compás de repentinas alas.

La mesa es una mesa, el vino, vino
en una copa, que es una copa
y está estando en la mesa.
Y yo soy imaginaria,
imaginaria hasta la médula.

Le hablo de lo que quiere, de las hormigas
que mueren de amor
bajo la constelación del diente de león.
Juro que una rosa blanca
salpicada de vino, canta.

Me río, inclino la cabeza
con cuidado, como si comprobara
un invento. Bailo, bailo
en una sorprendida piel, en un abrazo,
que me crea.

La Eva de la costilla, la Venus de la espuma,
La Minerva de la cabeza de Júpiter
eran más reales.

Cuando él no me mira,
busco mi reflejo
en la pared. Y sólo veo
un clavo del que han descolgado un cuadro.

Wislawa Szymborska

Errores

La falta de empatía, el descontrol emocional, la rabia interior; las sospechas sobre las actuaciones de los demás, las respuestas desmedidas que salen de uno mismo y son difíciles de asumir y apaciguar. Con la edad voy viendo con nitidez todos los errores cometidos en mi vida.

Si acaso

Podía ocurrir.
Tenía que ocurrir.
Ocurrió antes. Después.
Más cerca. Más lejos.
Ocurrió; no a ti.

Te salvaste porque fuiste el primero.
Te salvaste porque fuiste el último.
Porque estabas solo. Porque la gente.
Porque a la izquierda. Porque a la derecha.
Porque llovía. Porque había sombra.
Porque hacía sol.

Por fortuna había allí un bosque.
Por fortuna no había árboles.
Por fortuna una vía, un gancho, una viga, un freno,
un marco, una curva, un milímetro, un segundo.
Por fortuna una cuchilla nadaba en el agua.

Debido a, ya que, y en cambio, a pesar de.
Qué hubiera ocurrido si la mano, el pie,
a un paso, por un pelo,
por casualidad,
¡Ah, estás? ¿Directamente de un momento todavía entreabierto?
¿La red tenía un solo punto, y tú a través de ese punto?
No dejo de asombrarme, de quedarme sin habla.
Escucha
cuán rápido me late tu corazón.

Wislawa Szymborska

Kieslowski

El capítulo quinto de la serie El decálogo de Kieslowski es el mejor alegato contra la pena de muerte. Esta obra en su conjunto rezuma humanidad. Cada plano, cada encuadre, cada personaje está lleno de eso que llamamos vida, de eso que se esconde tras cada mirada, palabra o acción y que reconocemos como lo más propio del hombre.

Las nubes

Con la descripción de las nubes

debería darme mucha prisa,

en una milésima de segundo

dejan de ser ésas y empiezan a ser otras.

Es propio de ellas

no repetirse nunca

en formas, matices, posturas y orden.

Sin la carga de ningún recuerdo

se elevan sin problemas sobre los hechos.

¡De qué van a ser testigos!,

En un segundo se disipan en todas direcciones.

Comparada con las nubes

la vida parece tener los pies sobre la tierra,

se diría que es inmutable y prácticamente eterna.

Frente a las nubes

hasta una piedra parece un hermano

en el que se puede confiar

y las nubes, nada, primas lejanas y frívolas.

Que exista la gente si quiere,

y después que se muera uno tras otro,

poco les importan a las nubes

esas cosas

tan extrañas.

Sobre toda Tu vida

y también la mía, aún incompleta,

desfilan pomposas igual que desfilaban.

No tienen la obligación de morir con nosotros.

no necesitan ser vistas para poder pasar.

Wislawa Szymborska (Polonia, 1923)

Por desgracia, cada vez hay más olvidos en mi mente, debe ser la edad. Menudean los momentos en los que trato de acordarme del nombre de algún actor, deportista o persona del pasado y se produce un vacío dentro de mí, una angustia que me pone nervioso, pues, parece como si no hubiera nada a qué aferrarme y no pudiera evocar tal nombre. Sé que persigo, lucho, trato de construir un puente que me lleve a cruzar el río de los recuerdos. Me desespero y, sin saber cómo, más tarde, cuando estoy en otros asuntos, de pronto, me asalta ese término como una aparición. Me pregunto si esto irá a más, si llegará un día en el que ya no me acuerde no solo de nombres puntuales del ayer y comience a olvidarme de todo eso que te constituye como persona. Es un temor, quizás, infundado, porque me ejercito para que no se produzca, pero es el hecho que más miedo me da, que no le deseo a nadie, la pérdida de este pequeño paraíso del hombre, su vida, sus recuerdos, y adentrarse en la nada de las zonas muertas.

Recuerdos

Oh Soria, cuando miro los frescos naranjales
cargados de perfume, y el campo enverdecido,
abiertos los jazmines, maduros los trigales,
azules las montañas y el olivar florido;
Guadalquivir corriendo al mar entre vergeles;
y al sol de abril los huertos colmados de azucenas,
y los enjambres de oro, para libar sus mieles
dispersos en los campos, huir de sus colmenas;
yo sé la encina roja crujiendo en tus hogares,
barriendo el cierzo helado tu campo empedernido;
y en sierras agrias sueño ?¡Urbión, sobre pinares!
¡Moncayo blanco, al cielo aragonés, erguido!?

Y pienso: Primavera, como un escalofrío
irá a cruzar el alto solar del romancero,
ya verdearán de chopos las márgenes del río.

¿Dará sus verdes hojas el olmo aquel del Duero?

Tendrán los campanarios de Soria sus cigüeñas,
y la roqueda parda más de un zarzal en flor;
ya los rebaños blancos, por entre grises peñas,
hacia los altos prados conducirá el pastor.

¡Oh, en el azul, vosotras, viajeras golondrinas
que vais al joven Duero, rebaños de merinos,
con rumbo hacia las altas praderas numantinas,
por las cañadas hondas y al sol de los caminos
hayedos y pinares que cruza el ágil ciervo,
montañas, serrijones, lomazos, parameras,
en donde reina el águila, por donde busca el cuervo
su infecto expoliario; menudas sementeras
cual sayos cenicientos, casetas y majadas
entre desnuda roca, arroyos y hontanares
donde a la tarde beben las yuntas fatigadas,
dispersos huertecillos, humildes abejares!…

¡Adiós, tierra de Soria; adiós el alto llano
cercado de colinas y crestas militares,
alcores y roquedas del yermo castellano,
fantasmas de robledos y sombras de encinares!

En la desesperanza y en la melancolía
de tu recuerdo, Soria, mi corazón se abreva.

Tierra de alma, toda, hacia la tierra mía,
por los floridos valles, mi corazón te lleva.

Antonio Machado

Conexión

Pensar en Dios cuando la naturaleza te ofrece una sensación de bienestar inmensa. Por ejemplo, ese lugar del parque tan idílico con esos árboles copando las sinuosidades del camino donde te das un baño de bosque y miras el cielo entre los resquicios de las hojas sintiendo la bondad del creador y piensas en la inmensidad del Universo, la complejidad del orden cósmico, la belleza, el amor. Es una de las maneras de llegar a Él, aunque, por nuestras limitaciones, no seamos capaces de comprenderlo.

A un olmo seco

Al olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo
algunas hojas verdes le han salido.

¡El olmo centenario en la colina
que lame el Duero! Un musgo amarillento
le mancha la corteza blanquecina
al tronco carcomido y polvoriento.

No será, cual los álamos cantores
que guardan el camino y la ribera,
habitado de pardos ruiseñores.

Ejército de hormigas en hilera
va trepando por él, y en sus entrañas
urden sus telas grises las arañas.

Antes que te derribe, olmo del Duero,
con su hacha el leñador, y el carpintero
te convierta en melena de campana,
lanza de carro o yugo de carreta;
antes que rojo en el hogar, mañana,
ardas de alguna mísera caseta,
al borde de un camino;
antes que te descuaje un torbellino
y tronche el soplo de las sierras blancas;
antes que el río hasta la mar te empuje
por valles y barrancas,
olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.
Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.

Antonio Machado

Aves

El cuco envía sus señales de advertencia y te mantiene alerta, como si fuese la voz de alguien que te estuviese llamando de forma insistente.

El diamante mandarín es un percutor de la alegría con su extraño ritmo repetido y, de vez en cuando, te avisa para que lo cambies de lugar y así va alegrando todos los rincones de la casa.

El canario es un cantor profesional que se sabe divo y vive para la admiración de sus oyentes, pero no admite que lo cojas con las manos ni siquiera para  alguna acción necesaria para su salud, porque se le disparan las pulsaciones de su corazón y puede morir del susto.