Cómo puedo pensar que todo va bien, que mis oraciones son escuchadas, cuando me comporto poseído por el rencor y no perdono a quienes me hieren de alguna manera. Si tuviera un poco de sensatez, no debería dirigirme a Dios para otro menester que no fuera para solicitar perdón.
Renqueante, a la fuerza, medroso, cobarde, remiso al contacto con los demás.
La única virtud que podría reconocer, qué triste, es la de la resistencia al daño que provoca mi sinrazón. Cómo puedo cantar a la vida, esa que me hace tan feliz; cómo permitirme el lujo de escribir algo que merezca la pena cuando no valgo la pena.