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Archive for abril 2024

Recuerdos

Oh Soria, cuando miro los frescos naranjales
cargados de perfume, y el campo enverdecido,
abiertos los jazmines, maduros los trigales,
azules las montañas y el olivar florido;
Guadalquivir corriendo al mar entre vergeles;
y al sol de abril los huertos colmados de azucenas,
y los enjambres de oro, para libar sus mieles
dispersos en los campos, huir de sus colmenas;
yo sé la encina roja crujiendo en tus hogares,
barriendo el cierzo helado tu campo empedernido;
y en sierras agrias sueño ?¡Urbión, sobre pinares!
¡Moncayo blanco, al cielo aragonés, erguido!?

Y pienso: Primavera, como un escalofrío
irá a cruzar el alto solar del romancero,
ya verdearán de chopos las márgenes del río.

¿Dará sus verdes hojas el olmo aquel del Duero?

Tendrán los campanarios de Soria sus cigüeñas,
y la roqueda parda más de un zarzal en flor;
ya los rebaños blancos, por entre grises peñas,
hacia los altos prados conducirá el pastor.

¡Oh, en el azul, vosotras, viajeras golondrinas
que vais al joven Duero, rebaños de merinos,
con rumbo hacia las altas praderas numantinas,
por las cañadas hondas y al sol de los caminos
hayedos y pinares que cruza el ágil ciervo,
montañas, serrijones, lomazos, parameras,
en donde reina el águila, por donde busca el cuervo
su infecto expoliario; menudas sementeras
cual sayos cenicientos, casetas y majadas
entre desnuda roca, arroyos y hontanares
donde a la tarde beben las yuntas fatigadas,
dispersos huertecillos, humildes abejares!…

¡Adiós, tierra de Soria; adiós el alto llano
cercado de colinas y crestas militares,
alcores y roquedas del yermo castellano,
fantasmas de robledos y sombras de encinares!

En la desesperanza y en la melancolía
de tu recuerdo, Soria, mi corazón se abreva.

Tierra de alma, toda, hacia la tierra mía,
por los floridos valles, mi corazón te lleva.

Antonio Machado

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Conexión

Pensar en Dios cuando la naturaleza te ofrece una sensación de bienestar inmensa. Por ejemplo, ese lugar del parque tan idílico con esos árboles copando las sinuosidades del camino donde te das un baño de bosque y miras el cielo entre los resquicios de las hojas sintiendo la bondad del creador y piensas en la inmensidad del Universo, la complejidad del orden cósmico, la belleza, el amor. Es una de las maneras de llegar a Él, aunque, por nuestras limitaciones, no seamos capaces de comprenderlo.

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Al olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo
algunas hojas verdes le han salido.

¡El olmo centenario en la colina
que lame el Duero! Un musgo amarillento
le mancha la corteza blanquecina
al tronco carcomido y polvoriento.

No será, cual los álamos cantores
que guardan el camino y la ribera,
habitado de pardos ruiseñores.

Ejército de hormigas en hilera
va trepando por él, y en sus entrañas
urden sus telas grises las arañas.

Antes que te derribe, olmo del Duero,
con su hacha el leñador, y el carpintero
te convierta en melena de campana,
lanza de carro o yugo de carreta;
antes que rojo en el hogar, mañana,
ardas de alguna mísera caseta,
al borde de un camino;
antes que te descuaje un torbellino
y tronche el soplo de las sierras blancas;
antes que el río hasta la mar te empuje
por valles y barrancas,
olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.
Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.

Antonio Machado

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Aves

El cuco envía sus señales de advertencia y te mantiene alerta, como si fuese la voz de alguien que te estuviese llamando de forma insistente.

El diamante mandarín es un percutor de la alegría con su extraño ritmo repetido y, de vez en cuando, te avisa para que lo cambies de lugar y así va alegrando todos los rincones de la casa.

El canario es un cantor profesional que se sabe divo y vive para la admiración de sus oyentes, pero no admite que lo cojas con las manos ni siquiera para  alguna acción necesaria para su salud, porque se le disparan las pulsaciones de su corazón y puede morir del susto.

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Campos de Soria



         VIII



He vuelto a ver los álamos dorados,
álamos del camino en la ribera
del Duero, entre San Polo y San Saturio,
tras las murallas viejas
de Soria ¿barbacana
hacia Aragón, en castellana tierra?.

Estos chopos del río, que acompañan
con el sonido de sus hojas secas
el son del agua, cuando el viento sopla,
tienen en sus cortezas
grabadas iniciales que son nombres
de enamorados, cifras que son fechas.

¡Álamos del amor que ayer tuvisteis
de ruiseñores vuestras ramas llenas;
álamos que seréis mañana liras
del viento perfumado en primavera;
álamos del amor cerca del agua
que corre y pasa y sueña,
álamos de las márgenes del Duero,
conmigo vais, mi corazón os
lleva!

Antonio Machado

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Ecografía

Día de hospital, de ese desprecio recurrente que consiste en citarte en ayunas a una hora, en este caso a las diez, para realizarte una ecografía y luego atenderte sesenta minutos más tarde. Los pacientes ecografiados antes que yo solo estuvieron un cuarto de hora, mientras conmigo se ocuparon el doble de tiempo con las distintas posturas, las consiguientes tomas y expulsiones de aire y la fuerte presión del aparato sobre mi abdomen. Parece ser que tuvieron dificultad en la observación de algún órgano. Como fue tanto el rato, le pregunté al médico si había visto algo que estuviese mal y él obvió la pregunta y me dijo que ya le daría los resultados al urólogo.

Me fui de allí intranquilo y el hambre que padecí durante un rato lo doy por bien empleado si finalmente el aspecto de mi hígado y mi páncreas es saludable.

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Campos de Soria

           V

La nieve. En el mesón al campo abierto
se ve el hogar donde la leña humea
y la olla al hervir borbollonea.

El cierzo corre por el campo yerto,
alborotando en blancos torbellinos
la nieve silenciosa.

La nieve sobre el campo y los caminos,
cayendo está como sobre una fosa.

Un viejo acurrucado tiembla y tose
cerca del fuego; su mechón de lana
la vieja hila, y una niña cose
verde ribete a su estameña grana.

Padres los viejos son de un arriero
que caminó sobre la blanca tierra,
y una noche perdió ruta y sendero,
y se enterró en las nieves de la sierra.

En torno al fuego hay un lugar vacío
y en la frente del viejo, de hosco ceño,
como un tachón sombrío
¿tal el golpe de un hacha sobre un leño?.

La vieja mira al campo, cual si oyera
pasos sobre la nieve. Nadie pasa.

Desierta la vecina carretera,
desierto el campo en torno de la casa.

La niña piensa que en los verdes prados
ha de correr con otras doncellitas
en los días azules y dorados,
cuando crecen las blancas margaritas.

Antonio Machado

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Confieso

Cómo puedo pensar que todo va bien, que mis oraciones son escuchadas, cuando me comporto poseído por el rencor y no perdono a quienes me hieren de alguna manera. Si tuviera un poco de sensatez, no debería dirigirme a Dios para otro menester que no fuera para solicitar perdón.

Renqueante, a la fuerza, medroso, cobarde, remiso al contacto con los demás.

La única virtud que podría reconocer, qué triste, es la de la resistencia al daño que provoca mi sinrazón. Cómo puedo cantar a la vida, esa que me hace tan feliz; cómo permitirme el lujo de escribir algo que merezca la pena cuando no valgo la pena.

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El loco

Es una tarde mustia y desabrida
de un otoño sin frutos, en la tierra
estéril y raída
donde la sombra de un centauro yerra.
Por un camino en la árida llanura,
entre álamos marchitos,
a solas con su sombra y su locura,
va el loco hablando a gritos.
Lejos se ven sombríos estepares,
colinas con malezas y cambrones,
y ruinas de viejos encinares
coronando los agrios serrijones.
El loco vocifera
a solas con su sombra y su quimera.
Es horrible y grotesca su figura;
flaco, sucio, maltrecho y mal rapado,
ojos de calentura
iluminan su rostro demacrado.
Huye de la ciudad… Pobres maldades,
misérrimas virtudes y quehaceres
de chulos aburridos, y ruindades
de ociosos mercaderes.
Por los campos de Dios el loco avanza.
Tras la tierra esquelética y sequiza
—rojo de herrumbre y pardo de ceniza—
hay un sueño de lirio en lontananza.
Huye de la ciudad. ¡El tedio urbano!
—¡carne triste y espíritu villano!—.
No fue por una trágica amargura
esta alma errante desgajada y rota;
purga un pecado ajeno: la cordura,
la terrible cordura del idiota.                          

Antonio Machado

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Respirar a Dios, inhalar su aroma en aquello que nos rodea; en el frescor de la mañana, en los arbustos y las hojas de los árboles, en la humedad ambiente y hasta en el canto de las aves. Y, también, en el alma de las personas que te vas encontrando en la vida, con sus historias genuinas, sus amores, sus debilidades, sus complejos y sus miedos, y, por otro lado, ese rumor, esa vibración dolorosa que atenaza por dentro de diversas maneras, unas veces con la fuerza irrefutable de los hechos, otras, con veleidades imaginarias. Busco dentro de mí la causa de este malestar y es tan difícil asumirlo, aunque esté tan a la vista, que miro hacia otro lado, me justifico, se lo achaco a los demás, lo escondo y me engaño, cuando es tan simple como reconocer esa rabia interior que me domina en algunas ocasiones y esa falta de empatía con mis semejantes.

Así voy tirando y solo el bálsamo de las cosas de Dios va restañando mis heridas.

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